Así es como nos encontramos las mujeres, especialmente en los últimos siglos, Juntas y en Lucha contra las Desigualdades, juntas y en lucha por nuestra emancipación, por un humanismo integral, por una sociedad de igualdad, justicia social, democracia directa y libertad solidaria, como nos legó el movimiento anarquista Mujeres Libres.
Las mujeres, el anarcofeminismo, todo el movimiento feminista inclusivo actual, llevamos muchos años en lucha porque el sufrimiento que nos inflige el enemigo es insoportable. Un sufrimiento que abarca lo físico, lo psicológico y lo ético; que nos afecta en todos los planos de la vida política, pública, laboral, social, económica, personal, afectiva, sexual, cultural, educativa, creativa…
El enemigo al que nos enfrentamos es muy fuerte, polifacético y agresivo. Vencerlo significa haber conseguido la plena transformación social, haber construido una nueva sociedad de justicia, libertad e igualdad plena de todos los seres humanos.
Ese enemigo se llama patriarcado, ha existido prácticamente desde siempre, se ha disfrazado de múltiples formas, ha contado con amplias alianzas y no ha dudado en servir y usar un amplio abanico de ideologías políticas, sociales y económicas para así conseguir perpetuar su gran objetivo como es la dominación del hombre sobre la mujer; gestando los pilares de su sociedad machista, sexista y androcéntrica, arropada por el racismo, la xenofobia, el colonialismo e imbricada por lo reaccionario, la explotación, del neoliberalismo y el supremacismo autoritario, totalitario y negacionista.
Pero si hay algún aliado con el que se identifica especialmente es con el capitalismo. Ambos, capitalismo y patriarcado —tanto monta, monta tanto— se retroalimentan mutuamente para que la sociedad actual que seguimos sufriendo sea la sociedad de las desigualdades.
En esta sociedad, la mayor desigualdad es la que sufrimos las mujeres frente a los hombres. Discriminación, extorsión, abuso, desprecio, explotación, marginación… en igualdad de oportunidades; en visibilidad pública; en acceso a empleos de responsabilidad y gestión; en el desarrollo profesional; en la injusta brecha salarial y pensiones; en el reparto del trabajo doméstico y trabajo de cuidados; en la explotación mercantilista y objetualización sexual.
Para la CGT, como organización anarcosindicalista, el 8 de Marzo sigue siendo el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, porque en esta sociedad de desigualdades y clasista, la clase trabajadora es explotada y esa explotación se multiplica cuándo hablamos de mujer trabajadora.
Esta es nuestra lucha como mujeres y como mujeres trabajadoras, una lucha feminista, anarcofeminista, inclusiva, unitaria, en la que caben todas las sensibilidades sobre la conceptualización de ser mujer, de la identidad personal, el género, el movimiento Trans, Lgtbiq+… lo que significa que nuestra lucha plantea una revolución social integral basada en la justicia social y la libertad, la igualdad absoluta y real entre hombres y mujeres, una sociedad anticapitalista y libertaria sin mujeres explotadas, sin ningún ser humano excluido.
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